A día de hoy estamos ya en el día 51 del nuevo año
hidrológico que comenzamos de la peor manera posible, pues estamos
sufriendo desde hace semanas una severa sequía.
Dicen los que viven del campo que es una sequía sin
precedentes y los datos desde luego son alarmantes. El mes de octubre
en nuestra comunidad ha sido nefasto pues las lluvias han sido mínimas y
en otros lugares del país ni siquiera ha
llovido una gota. A esto hay que sumarle unas temperaturas anormalmente
altas en todo el territorio.
En el entorno económico es desde luego la
agricultura la gran afectada. Tanto las zonas de regadío como las de
secano necesitan un número de riegos periódicos para lograr una
producción óptima y de calidad. El regadío requiere reservas
de agua que a día de hoy están gravemente mermadas y las explotaciones
agrícolas de secano requieren, simplemente, lluvia.
La sequía es tan aguda que ya se están aplicando
restricciones de agua en muchos lugares y las autoridades del Ministerio
de Medio Ambiente ya alertan sobre posibles restricciones de agua en la
agricultura el año que viene. Pero ¿Qué supondrá
esto para el mercado agrícola y el consumidor?
La falta de agua para la realización de riegos
periódicos revierte directamente en los kilos cosechados y, a partir de
ahí, lo primero que se ve afectado es el precio que deberá pagar el
consumidor para poder llevar los alimentos a su mesa.
A menor producción, mayor demanda y, por tanto, los precios se elevan.
Los cálculos al respecto que se están publicando hablan de subidas de
hasta el 30 % en productos de primera necesidad.
Por otro lado, si la producción baja también las
exportaciones se reducen lo cual afecta a toda la cadena de producción
agroalimentaria, desde los trabajadores del campo hasta las empresas
logísticas pasando por las de selección y distribución.
Numerosos puestos de trabajo están en peligro sobre todo en zonas
rurales, donde la oferta laboral es ya de por sí, más limitada.
La solución a corto plazo pasa, obviamente, por que
llueva. Pero a largo plazo también por políticas que fomenten el uso
responsable del agua, la conservación de las reservan hídricas, la
investigación, etc. pues en un clima mediterráneo
como el nuestro -ese que nos regala los mejores vegetales para la dieta
más equilibrada- las sequías son cíclicas y regulares, por lo que
prepararnos de la mejor manera para ellas en los años hidrológicamente
óptimos, será la mejor inversión de futuro.
Imagen: abc.es
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